En estos días de pandemia mundial nuestras seguridades se ven amenazadas, quizá como nunca lo habíamos sentido, nuestra salud, economía, familia, libertad para desplazarnos, etc.,y es posible que algunas de esas amenazas ya se hayan materializado. Ante esto, es normal buscar desesperadamente algo o alguien en quien podamos confiar y restaure nuestra seguridad, paz y esperanza, lo que resulta difícil, pues con la tercera parte de la población mundial en cuarentena y noticias no muy alentadoras que digamos. Sin embargo, son momentos para tener fe, esperanza y amor, son circunstancias propicias para descansar confiadamente en Dios, es el momento de aprender a confiar en Dios.
¿Pero cómo, en medio de tales circunstancias podemos aprender a confiar en Dios?, para ello recordemos el siguiente pasaje del libro de Job:
Job 42,5 Sólo de oídas te conocía, pero ahora te han visto mis ojos
La primera parte de este versículo “Sólo de oídas te conocía”, hace referencia a lo que Job había aprendido acerca de Dios, lo enseñado sus padres o cualquier otro que en aquella época hubiera cumplido la función de maestro de la fe, por tanto para enfrentar tales circunstancias Job disponía de lo más importante, su Fe, una fe que lo llevaba a la oración, logrando con ello fortalecer su relación con Dios, como resultado su confianza en El Señor se fortaleció a tal grado, que aprendió a ver la presencia de su Buen Padre en su su vida, por ello el versículo finaliza con “pero ahora te han visto mis ojos”.
Así pues, fe y confianza no siempre coinciden, sino más bien la confianza en Dios es la consecuencia de fortalecer nuestra relación con Dios, para lo cual es imprescindible orar.
“La oración cambia las cosas” es un dicho muy común y totalmente válido, pero a veces lo que realmente sucede, es que que la oración nos transforma y con ellos la forma en que vemos y valoramos las cosas.
Debemos tratar de vivir la oración como un encuentro con Dios, en el cual converge todo lo que hemos aprendido de ÉL, ya sea mediante la Biblia, grupo de oración o crecimiento espiritual, misa, testimonios, prédica, etc., para ayudarnos a ver la mano de Dios en los eventos de nuestra vida y encontrarles el verdadero sentido, y abrirnos a la sorprendente y cierta revelación, de que a pesar de nuestras fallas, debilidades y pecados, Dios nos ama, que es nuestro Padre, que tiene el control de todo, que la victoria es segura, que ÉL está más interesado en salvarnos que nosotros en ser salvados, y nos ofrece el regalo más grande y eterno que podemos tener, la libertad para aceptar su perdón, su voluntad y comprometernos a un cambio de vida o rechazar todo esto y seguir sin cambiar, pero sabiendo que la oferta seguirá vigente hasta el final de nuestro días en este mundo.
Aunque lo mejor es optar por Dios siempre, si no lo hacemos a la primera, nuestra fe nos llevará a una segunda, tercera, cuarta, quinta, etc., y en cada momento de oración, sin darnos cuenta nuestra fe va creciendo y afirmándose, y sin percibirlo poco a poco nos vamos enamorando de nuestro Buen Padre Dios, como dice "Jer 20,7 Tú me sedujiste Señor, y yo me dejé seducir", cuando llegamos a este punto, confiar en Dios se nos hace menos difícil, somos más conscientes de nuestras limitaciones y necesidad de Dios lo que nos lleva a aceptar y rendirnos a la voluntad de nuestro Buen Padre con menos renuencia. Esta rendición ante nuestro Señor, nos lleva a experimentar esa "paz que sobrepasa todo entendimiento" (Fil 4,7a), vivimos en sosiego, tomamos mejores decisiones, cambia para bien nuestra forma de pensar sobre lo que vivimos (Rom 12,1-3), y reconocemos la acción de Dios hasta en los pequeños detalles, sintiéndonos más amados por nuestro Señor.
El camino para llegar a aprender a confiar en Dios, puede ser largo, extenuante, con altibajos, con momentos de penuria y soledad, en algunas ocasiones incluso podemos llegar a desear renunciar a Dios, pero la fe en nosotros nos conduce, nuevamente a la oración y esos momentos en que, confiadamente le decimos "Señor mío, lo que digas está bien, lo deseo, lo acepto y lo hago mío", ya no le exponemos nuestros sueños y planes, sino que decimos "Señor mío, hazme soñar tus sueños e inspirarme tus planes, pues se que son más grandes y mejores que los míos, y que sin importar lo inalcanzables que me parezcan, Tú estarás conmigo y proveerás todo para cumplirlos".
El amor a Dios nos da la confianza de que todo en este mundo está bajo su control, y que todo, especialmente lo que se opone a ÉL, así como la traición de Judas o la negación de Pedro, misteriosamente contribuye a su plan, por tanto en estos momentos de gran incertidumbre es una gran oportunidad para experimentar el amor de Nuestro Buen Padre y confiar en Él.
Salmos 9,11 Que en ti confíen los que veneran tu nombre, porque no abandonas, Señor, a los que te buscan.
Paz y Bendiciones