martes, 10 de abril de 2018

Padre Nuestro que estas en los cielos...



Sn. Mt. 6, 9 "...Padre Nuestro que estás en los cielos, Santificado sea tu Nombre", con este versículo inicia la oración que Cristo nos enseña, estas primeras líneas son de adoración y por tanto nos debe transmitir la importancia de adorar a Dios, y que esta adoración debe ser nuestra primera intención al orar. Esta enseñanza la vemos en toda la Biblia, en numerosos salmos, oraciones de profetas y sacerdotes, reconocimiento del poder de Dios, etc.. 

En el evangelio de San Juan Cristo imprime esta lección de manera tajante al afirmar en Sn. Jn, 4,24 Dios es espíritu y los que adoran deben adorar en espíritu y verdad, implicando que la forma es que adoramos a Dios en la oración o espíritu, debe ser llevado a la vida cotidiana es decir en verdad. Esta debe llevarnos a creer firme y confiadamente en todas las expresiones de adoración que decimos a Dios en oración, de manera que se fijen en nuestras mentes, corazones y almas, a fin que al afrontar los eventos desagradables, adversos o hermosos de nuestra cotidianidad,  el Espíritu Santo no recuerde las grandezas que hablamos a  Dios y esto nos conforte, anime, consuele, afiance nuestra esperanza y fortalezca nuestra fe, viviendo de esa manera, en la verdad del día a día, adorando a Dios con nuestras respuestas a los acontecimientos de este mundo, abriendo un espacio para que el Reino de Dios venga a nosotros.

Por lo anterior, lo que Dios busca al pedirnos adorarlo es que meditemos e interioricemos que Él es un Dios Todopoderoso, Creador de todo cuanto existe, que es nuestra fortaleza, nuestro escudo, nuestra paz, que es un Dios que abre mares, libera a los cautivos, hace andar a los cojos, ver a los ciegos, oír a los sordos, sana a los enfermos, un Dios que resucita muertos, un Dios que se entregó y padeció por cada uno de nosotros. Un Dios que hace eso, no nos abandonará en los momentos difíciles, ni renunciará a nosotros, sino que está plena y absolutamente comprometido con nuestra salvación, creer en esto, creerle a Dios es lo que nos hace soportar el embate de las malas horas y salir en victoria de ellas.

Procuremos que nuestra oración se llene de adoración y gratitud, y no de peticiones y quejas, a final Él ya sabe lo que necesitamos, y por lo mismo lo que principalmente necesitamos es adorarlo.

Paz y Bendiciones

Walter Turcios

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